La revolución Teresiana
Era esta visión con tan grandes efectos, y de tal manera esta habla que me hacía el Señor, que yo no podía dudar que era El. Yo sentí grandísima pena, porque en parte se me representaron los grandes desasosiegos y trabajos que me había de costar, y como estaba contentísima en aquella casa; que, aunque antes lo trataba, no era con tanta determinación ni certidumbre que sería. Aquí parecía se me ponía apremio y, como veía comenzaba cosa de gran desasosiego, estaba en duda de lo que haría. Mas fueron muchas veces las que el Señor me tornó a hablar en ello, poniéndome delante tantas causas y razones que yo veía ser claras y que era su voluntad, que ya no osé hacer otra cosa sino decirlo a mi confesor, y dile por escrito todo lo que pasaba.
El libro de la vida, Cap 32, #12
Santa Teresa se encontraba bajo un desasosiego del alma, sentía en su corazón angustia y descontento, pues sabía que había algo que las crisis y el paso de los años le habían arrebatado a la vida religiosa original de la orden Carmelita. Pero Teresa era una completa revolucionaria que se atrevió a hacer algo que era impensable para la época, "una obra grandísima y dificultosísima, pero utilísima para la Iglesia" como lo dice en la bula de su canonización. Ella se había entregado a la oración y el recogimiento, y aunque años atrás se había alejado de esta porque se sentía imperfecta, sabia en su interior que el contexto de la Encarnación (convento en el que se encontraba) no era propicio para su deseo más grande, la entrega completa al señor a través de la oración. Teresa fue una mujer apasionada por Dios, que se entregó sin reservas con una determinada determinación, una religiosa que no tuvo miedo al llamado del padre para reformar el Carmelo.
La Santa Madre descubrió en la vida conventual que llevaba un ambiente hostil para la creatividad de las mujeres y una mediocridad espiritual y sumado a la algarabía de una comunidad de casi 200 religiosas.
La revolución de Teresa nace dentro de la iglesia y, por ende, el centro de ella es Dios. Esta reforma que ella acomete será en realidad una vuelta al rigor primitivo de los primeros monjes ermitaños del Monte Carmelo, adaptado a su tiempo, este cambio traería consigo la pobreza estricta y la confianza en la providencia del padre seria pues uno de sus principales principios. Teresa fundaría San José, seguida por un puñado de religiosas de la Encarnación, este sería entonces un convento con muchas características del Carmelo descalzo, pero restaurando lo que al principio fue.
Se convertiría entonces es una restauradora, una mujer que tomo las partes perdidas de una comunidad y las unió nuevamente para mostrar un Dios cercano, un amado que esta a la espera de su búsqueda constante, esto claramente a través de la Oración. Teresa aspiró una vida de mayor entrega, hecha de renuncias por amor a Dios y a su iglesia, todo con la finalidad de la salvación de la almas. Ella nunca se llevaría el crédito por sus obras, siempre ha de mencionar que ella es tan solo un instrumento de Dios y que todos sus deseos provendrían entonces de la iniciativa de Jesús.
459 años después de su primera fundación, el legado de Teresa se mantiene y transciende fronteras, la familia carmelita descalza, como la ha de llamar ella sigue el camino de la oración y el recogimiento y se mantiene en la búsqueda y el encuentro con el amado, un Dios que solo desea que lo dejemos entrar para inundarnos con su amor.
Ahora es nuestro turno de luchar contra el ruido, la tibieza y el desasosiego espiritual, de renunciar a la comodidad y aceptar la misión que Dios pone en nuestros corazones es hora de que fundemos comunidades de amor.
“Esto también me hace desear que, en cosa que tanto importa, no nos contentemos con menos de hacer todo lo que pudiéremos de nuestra parte. No dejemos nada, y plega al Señor sea servido de darnos gracia para ello”.
El libro de la vida, Cap. 32 #7
MJC O.V.E.J.A.S
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