El Amor hecho mujer
Historia de una florecilla y su jardín
Nuestra querida Santa Teresita del Niño Jesús crece en Francia, en las últimas décadas del Siglo XIX, época y lugar en que se vive un ambiente político muy hostil hacia la Iglesia Católica para quitarle el poder y la influencia social que ha poseído. Ante esta situación, la Iglesia se divide en dos opiniones, quienes piensan que deben luchar por recuperar su posición privilegiada y los que optan por aceptar esa situación y buscar nuevas maneras de hacerse presentes.
Cuando nace Teresita, el 2 de Enero de 1873, la Iglesia aún mantiene una presencia muy fuerte en las instituciones francesas (hospitales, escuelas, cementerios...), y poco a poco va siendo expulsada de estos espacios, de manera que, más o menos 24 años después, cuando Santa Teresita muere, la Iglesia ya no está presente prácticamente en ninguno.
Teresita nace en la ciudad de Alenzón y es bautizada con el nombre de María Francisca Teresa Martín, la última de 9 hijos de la familia de María Celia Guérin y Luis Martin, sin embargo, ella solo crece con 4 hermanas porque los otros hijos del matrimonio, Elena, José Luis, José Juan Bautista y Melania Teresa, murieron a muy corta edad, antes de que ella naciera.
Sus primeros años de vida son de mucha felicidad pues es la consentida de la familia y es cuidada y mimada por sus hermanas María (que también es su madrina), Paulina, Leonia y Celina, que es su gran compañera de juegos. Y gracias a que sus padres son muy devotos, educan a sus hijas en la fe y comparten en familia los momentos de oración, las eucaristías, las celebraciones litúrgicas y la caridad hacia el prójimo.
“¡Ay, qué rápidos pasaron los años soleados de mi niñez! Pero también ¡qué huella tan dulce dejaron en mi alma!”
Esta felicidad permanente se ve interrumpida cuando su madre cae gravemente enferma por un cáncer muy avanzado y muere en 1877, teniendo Teresita tan solo 4 años. A partir de entonces, ella elige a su hermana Paulina como su nueva madre.
“...a partir de esta época de mi vida entré en el segundo período de mi existencia, el más doloroso de los tres”
Después de morir su madre, la familia deja Alenzón y viaja a Lisieux. El carácter de Teresita cambia por completo, se vuelve una niña callada, tímida y muy sensible, que solo se siente a gusto en casa con sus seres queridos. Sus hermanas mayores María y Paulina son las que se encargan de darle lecciones y ella siempre las ve muy contenta pues le va bien en todas.
Teresita siempre vive con mucha alegría los sacramentos y con siete años, hace su primera confesión y se siente “contenta y ligera”, a partir de entonces disfruta enormemente todas las fiestas religiosas, las procesiones y, sobre todo los domingos.
A los 8 años empieza a asistir al colegio de las Benedictinas, en el cual pasa los cinco años más tristes de su vida porque sus compañeras le tienen envidia y pasa sola los recreos, aunque se hacen más llevaderos gracias a que está con Celina. Por este tiempo se aficiona a la lectura y desea ser una gran heroína como Juana de Arco.
Cuando tiene nueve años se da cuenta que su hermana Paulina va a entrar en el convento de las Carmelitas Descalzas y se llena de angustia al pensar que su nueva madre la va a abandonar. Paulina le explica cómo es la vida en el carmelo y Teresita siente fuertes deseos de entrar también, pero debe esperar a tener más edad para hacerlo. A pesar de que María se vuelve ahora su “tercera madre” y la llena de mimos y cuidados, al ingresar Paulina al convento, Teresita siente una profunda tristeza y un tiempo después comienza a padecer una extraña enfermedad, gran debilidad y depresión de la que no encuentran cura. Hasta que un día, con sus hermanas orando al lado suyo, ve que la Virgen María le sonríe, se llena de alegría y sus males desaparecen, sin embargo más adelante por las dudas de otras personas ante este milagro ella se vuelve a entristecer pensando que nada de eso fue verdad y que había mentido.
Regresa al colegio y se vuelve la mejor en las clases de catequesis preparándose para su primera comunión, y, cuando llega este gran día siente a Jesús fusionado con ella “¡Qué dulce fue el primer beso de Jesús a mi alma...!”. En 1884 recibe al Espíritu Santo en la confirmación y se llena de gozo al sentir una total fortaleza y serenidad.
Un año después de su primera comunión empieza a padecer la enfermedad de los escrúpulos lo que la lleva a creer que cualquier pequeña cosa que hace es mala y ofende a Dios, en todo tiene motivos para sufrir. Esto empeora en 1886, cuando Teresita ya con 13 años, se entera que también su hermana María va a entrar al convento de las carmelitas y además, antes que eso suceda, Leonia entra inesperadamente con las clarisas. Luego, cuando María se va, solamente quedan Celina y su padre, que siguen llenando a la hija menor de afecto y de muchos cuidados para intentar consolarla de su extrema sensibilidad.
La enfermedad de los escrúpulos llega a su fin, un año y medio después de haber comenzado, en la navidad de 1886, cuando al momento de abrir sus regalos su padre hace un comentario y ella casi se echa a llorar pero controla sus lágrimas, y con mucho entusiasmo mira los regalos y desde ahí recupera su fortaleza de ánimo.
“Aquella noche de luz comenzó el tercer período de mi vida, el más hermoso de todos, el más lleno de gracias del cielo...”
Tiempo después Teresita oye hablar de Pranzini, un asesino condenado a muerte, decide adoptarlo como su primer hijo espiritual y orar por él con ayuda de Celina, para su conversión, además le pide a Dios que le de una señal de su arrepentimiento, días después se entera que Pranzini, que nunca había aceptado confesarse, antes de su ejecución se voltea hacia el crucifijo y lo besa 3 veces: “A partir de esta gracia sin igual, mi deseo de salvar almas fue creciendo de día en día.”
Después de esto, Teresita se dedica a aprender todo lo que puede y a leer varios libros muy reveladores que la llenan de felicidad. Así, a los 14 años toma la decisión de entrar en el Carmelo, decisión que es comprendida y apoyada por Paulina, Celina, su padre y, finalmente, por su tío.
Sin embargo tiene que pasar muchos inconvenientes para su entrada en el convento, se enfrenta a la negativa del superior del Carmelo de Lisieux, luego la del obispo y finalmente la del papa León XIII que le dice que obedezca a sus superiores.
Hasta que, el 1 de enero de 1888, recibe una carta de la Madre María de Gonzaga informando que el Obispo ha cambiado de opinión y que permite que las puertas del convento se abran para ella, Teresita entra al Carmelo el 9 de abril de ese año.
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