Biografía de San Juan de la Cruz
Juan de Yepes Álvarez nace el 24 de junio de 1542, en Fontiveros, un pequeño pueblo de Ávila, en el seno de una familia hidalga empobrecida, conformada por sus hermanos Francisco y Luis, y sus padres Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez, modestos tejedores.
El padre de Juan murió cuando tenía cuatro años, lo que dejó a la familia en una difícil situación. Dos años más tarde, muere su hermano Luis. La madre intenta recabar ayuda de ciertos parientes toledanos, pero al serle negada se traslada a Arévalo, donde permanecen unos cuatro años, para posteriormente, en 1551, establecerse en Medina del Campo.
La infancia y adolescencia de Juan de Yepes se desenvuelven en un ambiente de marcada pobreza, estas duras circunstancias tienen como consecuencia la endeblez de su corta estructura física y escasa corpulencia, tanto que Santa Teresa de Jesús lo llamaría “mi medio fraile”. El incremento de fortuna, que les reportó el matrimonio de su hermano con Ana Izquierdo, consiguió que se establecieran en Medina del Campo definitivamente. Juan, gracias a su condición de pobre de solemnidad, pudo asistir al Colegio de los Niños de la Doctrina, y ayudó en el convento en Misa y a los Oficios, acompañando en los entierros y pidiendo limosna. En este colegio, le ayuda a tener las bases académicas y continúa su formación en el Colegio de los Jesuitas, que le dio una sólida base en Humanidades. Él compagina sus estudios trabajando en el hospital de Nuestra Señora de la Concepción de Medina, especializado en la curación de enfermedades venéreas. Así, pues, entre 1559 y 1563, estudia con los jesuitas; durante los primeros tres años, recibe la formación según la novedosa Ratio Studiorum, en la que el latín era la base de todo el currículo; en el cuarto año, aparte de recibir instrucción retórica, aprende a escribir en latín, a construir versos en este idioma y a traducir a varios escritores. Simultáneamente, vive las nuevas corrientes del humanismo cristiano, con estilo y comportamientos renovados en la pedagogía.
La vocación religiosa le lleva, con 21 años, a ingresar en los Carmelitas de Medina, con el nombre de Fray Juan de San Matías. Su vocación es claramente contemplativa y eremítica. Ya como fraile, se instala en Salamanca, y realiza tres cursos preceptivos para bachillerarse en Artes, en la Universidad de Salamanca durante los años 1564 - 1567.
Su insatisfacción con el modo de vivir la experiencia contemplativa en el Carmelo, le hacen considerar irse a la Cartuja, pero en 1567 regresa a Medina del Campo para ser ordenado presbítero y celebrar su primera misa en presencia de sus seres queridos. En medio de esta crisis se produce el decisivo encuentro con Santa Teresa de Jesús. La Madre fundadora, que proporciona su propio testimonio en Fundaciones (3,16-17), le ofrece la alternativa de ayudarla en la reforma.
Juan regresa a Salamanca e inicia estudios de teología durante el curso 1567-1568, pero solo termina un curso de cuatro por lo que no obtuvo ni siquiera el grado de bachiller. En agosto de 1568 abandona Salamanca para acompañar a Teresa de Jesús en su fundación femenina de Valladolid, en este viaje se familiariza con el nuevo talante de la reforma. Poco después funda el primer convento masculino de la orden del Carmelo Descalzo, según la Regla primitiva y no mitigada de la Orden del Carmen, el 28 de noviembre de 1568, donde cambia su nombre por el de fray Juan de la Cruz.
En 1570 la fundación se trasladó a Mancera, donde Juan desempeñó el cargo de subprior y maestro de novicios. En 1571, después de una breve estancia en Pastrana, donde puso en marcha su noviciado, se establece en Alcalá de Henares como rector del recién fundado Colegio convento de Carmelitas Descalzos de San Cirilo. En la primavera de 1572 Santa Teresa lo reclama como Vicario y confesor de las monjas de la Encarnación, donde permanece hasta diciembre de 1577, acompañando a Santa Teresa en la fundación de diversos conventos de Descalzas, como el de Segovia.
En este momento de la historia, en el seno de la Orden del Carmelo, confluyen dos directrices reformadoras: por un lado, la reforma del Rey Felipe II, y por otro, la reforma propugnada por los Papas. Los popularmente llamados “calzados”, apoyados por el Papa, están empeñados en evitar la separación de la orden en dos grupos, mientras el Rey apoya a los descalzos para una reforma rápida y radical que les permita el rigor que ansían. Así, en 1575, el Capítulo General de los Carmelitas, reunido en Piacenza, decidió enviar un visitador de la Orden, el P. Jerónimo Tostado para suprimir los conventos fundados sin licencia del General y de recluir a Teresa de Jesús en un convento elegido por ella.
Así, la noche del 3 de diciembre de 1577, Juan de la Cruz es apresado y trasladado al convento de frailes carmelitas de Toledo, donde se presenta ante un tribunal de frailes calzados que le conmina a retractarse de la Reforma Teresiana. Al negarse, es declarado rebelde y contumaz. Es encerrado en una oscura y angosta celda durante más de ocho meses. En un estado de abandono total, que a otros habría llevado a la locura, Juan de la Cruz escribe una grandísima poesía de amor: las primeras 31 estrofas del Cántico Espiritual, a la vez que los Romances y La Fonte, y los canta en su estrecha reclusión para consolarse.
Al cabo de estos meses, con el íntimo convencimiento de que nunca será liberado y de que la prolongación de su cautiverio sólo puede acarrearle un desenlace fatal y absurdo, Juan de la Cruz planea cuidadosamente su fuga, y logra evadirse de la prisión, con la ayuda de un carcelero, en mayo de 1578 en medio de la noche y a escondidas. Llega al convento de las Madres Carmelitas Descalzas, en Toledo, muy próximas a su prisión, y ellas le trasladan al Hospital de Santa Cruz, donde convalece mes y medio. Las incidencias de aquella huida nocturna, preñada de angustia, quedan como un poso latente en el poema de la Noche Oscura, como representación de la huida del alma de la prisión de los sentidos, en busca de la comunión con Dios.
En septiembre de 1578 San Juan de la Cruz se dirige hacia Andalucía para reponerse y llega como Vicario al convento de El Calvario en la serranía jienense, así realiza regularmente visitas a las monjas descalzas de la fundación de Beas de Segura, de la que era priora Ana de Jesús. Entre ambos se desarrolla una entrañable amistad, que explica la dedicatoria de las Declaraciones al Cántico espiritual. En este entorno sosegado y relajante, en plena naturaleza, disfruta de una etapa de fecunda creatividad: Cautelas, Avisos, Montecillo de Perfección, el poema Noche oscura y comentarios aislados a las estrofas del Cántico.
En 1580 el Carmelo Descalzo se erige en Provincia exenta. El 28 de noviembre de 1581 tiene lugar en Ávila su último encuentro con Teresa de Jesús, en el que tratarán de la fundación de Granada y Burgos y sería la última vez que se viesen.
En 1582 viaja a Granada, acompañado de Ana de Jesús. Allí traba conocimiento con Dña. Ana de Mercado y Peñalosa, dama segoviana viuda, favorecedora de las descalzas, a quien Juan de la Cruz dedicaría la Llama de amor viva. En marzo toma posesión del Priorato de los Mártires, donde permanecerá hasta 1588. En este convento situado a espaldas de la Alhambra y de Sierra Nevada, recibe la noticia de la muerte de Santa Teresa de Jesús en octubre de 1582. Ella había visto en Juan un alma muy pura, a la que Dios había comunicado grandes tesoros de luz y cuya inteligencia había sido enriquecida por el cielo. Ya Teresa fallecida, en 1588 el Carmelo Descalzo es reconocido como Orden independiente.
Después, se agrava la división entre los descalzos. En esta división, es nombrado Vicario de Andalucía y se consagra a corregir ciertos abusos, especialmente los que procedían del hecho de que los frailes tuviesen que salir del monasterio a predicar. San Juan de la Cruz pensaba que la vocación de los descalzos era esencialmente contemplativa. Ello provocó oposición contra él, lo que conlleva a la privación de todos sus cargos y es enviado como fraile al remoto convento de La Peñuela, donde se entrega por unos meses a la meditación y la oración en las montañas, “porque tengo menos materia de confesión cuando estoy entre las peñas que cuando estoy entre los hombres”.
En medio de esa tempestad San Juan cayó enfermo. El provincial le mandó salir del convento de Peñuela y le dio a escoger entre el de Baeza y el de Ubeda donde escogió el segundo convento. El viaje empeora su salud. El superior le trató inhumanamente, prohibiendo a los frailes que le visiten, cambiando al enfermero que le atiende con cariño, y permitiéndole sólo comer los alimentos ordinarios sin hacerle llegar los que le traían las visitas. Después de tres meses de sufrimientos muy agudos, el santo falleció el 14 de diciembre de 1591. Sus restos fueron trasladados a Segovia, pues en dicho convento había sido superior por última vez.
El 25 de enero de 1675 Clemente X promulgó el Breve de beatificación. El 27 de diciembre de 1726 fue canonizado por Benedicto XIII. El 24 de agosto de 1926, aniversario del comienzo de la Reforma teresiana, fue proclamado Doctor de la Iglesia Universal por Pío XI. Los escritos del santo justifican plenamente este juicio de Santa Teresa, particularmente los poemas de Subida al Monte Carmelo, Noche Oscura, Llama de Amor Viva y Cántico Espiritual, con sus respectivos comentarios. Así lo reconoció la Iglesia en 1926, al proclamar doctor a San Juan de la Cruz por sus obras Místicas.
La doctrina de San Juan se resume en el amor del sufrimiento y el completo abandono del alma en Dios. Ello le hizo muy duro consigo mismo; en cambio, con los otros era bueno, amable y condescendiente. Por otra parte, el santo no ignoraba ni temía las cosas materiales, puesto que dijo: “Las cosas naturales son siempre hermosas; son como las migajas de la mesa del Señor”. San Juan de la Cruz vivió la renuncia completa que predicó tan persuasivamente. Pero a diferencia de otros menores que él, fue libre, como libre es el espíritu de Dios. Su objetivo no era la negación y el vacío, sino la plenitud del amor divino y la unión sustancial del alma con Dios. Reunió en sí mismo la luz extática de la Sabiduría Divina con la locura estremecida de Cristo despreciado.
MJC Manrique
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